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El asombroso Maderense



Lo de Maderense ha sido, a lo largo del año, algo definitivamente muy singular. Un proyecto serio que se vio alterado por diferentes circunstancia que pusieron a prueba muchas cosas. La idea de un equipo competitivo tomó forma en el pasado otoño y bajo la conducción de Rubén Aguirre, la primera división del albiverde salió al ruedo integrando una zona de diez equipos, con un primer objetivo: estar entre los cuatro que lograrían el pasaporte a la siguiente fase del certamen: el petit torneo. No era descabellado pensar así, porque había recursos futbolísticos como para cumplir con lo proyectado.

Junto a Javier Toffolo, cuando trabajábamos para el libro: “Maderense. Un sentimiento verde y blanco” que presentamos en mayo último al cumplirse el 90º aniversario de la fundación de la referida entidad, estuvimos cerca de todo el movimiento generado en derredor de ese equipo en el que su gente había depositado sus esperanzas y que parecía ir camino a hacerlas realidad.

La pronta desvinculación de un mediocampista gravitante, Cristian Zamorano, la lesión del reconocido volante central Pedro Cerutti, y el alejamiento del conductor, el notable volante César Salinas, redujo plantel y pretensiones, más allá de que las ilusiones se mantuvieran en el alma de su gente. Pero la realidad decía que de aquel equipo que buscaba convertirse en un gran candidato, solo quedaba una parte en pie, mientras que el resto sería completado con valores locales, jóvenes muchachos del club que quizá soñaban con una oportunidad pero seguramente no esperaban una titularidad tan pronta en ese equipo.

Las lesiones y las suspensiones también dejaron su impronta obligando a diversos jugadores a ocupar puestos a los que –al parecer– no estaban tan habituados. Sin embargo cumplieron.

La clasificación al Petit Torneo, primer objetivo fijado, se cumplió. Ajustadamente y con la suerte de otros resultados, pero el pasaporte fue un hecho.

Algunos ya se daban por cumplidos, porque tras los 18 encuentros del clasificatorio, Maderense tendría 6 partidos más por delante, quedando, pasara lo que pasare, entre los ocho mejores de la Liga. Y así parecía ser después de la derrota inicial en Bolívar frente a Empleados y el empate ante Defensores. Dos victorias le dieron vida, pero la caída por 6 a 0 ante el Defe en la penúltima fecha, pareció sepultar todas las esperanzas. Había que recuperarse de semejante revés y ganar en Bolívar ante Independiente para un pase directo. Una empresa que hasta pareció imposible cuando el marcador favorecía a los bolivarenses. Pero Maderense parece agrandarse en las más complicadas y lo dio vuelta. Victoria y clasificación. Ahora sí volvía a semifinales después de muchos años. Ahora estaba entre los cuatro mejores de la Liga. Ahora muchos más se dieron por cumplidos, sumándose a aquellos que se habían conformado –dadas las contingencias adversas atravesadas por el plantel– con haber clasificado al reducido.

La suerte quiso que fuera Calaveras el nuevo rival, un conjunto sólido que cayó 2 a 1 en Madero pero se desquitó en la revancha con un 3 a 0, exigiendo un tercer partido en 72 horas.

Los ánimos cambiaron de lugar. Calaveras estaba otra vez donde su gente quería. Otros maderenses más se sumaron a los que se daban por cumplidos, más aún cuando el verde perdía en el resultado. No obstante no perdió el orden ni la serenidad. Siguió jugando. El palo salvó a arquero Calandria –y por ende a todo Maderense– y Vaquié empató cuando pocos lo esperaban. Final y alargue con un hombre menos. Igual aguantó hasta los penales donde la convicción de sus ejecutantes y un agigantado Calandria le dieron el pase a la final.

Ahora sí era como para darse por cumplidos. Restaba la final con Defensores, equipo que descansaba desde el domingo anterior y al que debían enfrentar con una formación diezmada en nombres, con muchas lesiones y todos agotados.

La derrota en Madero por dos goles, fue lógica. Defensores necesitaba un empate en la revancha en Pehuajó para coronarse, algo que parecía inevitable.

Cinco veces se habían enfrentado en el año, con cuatro victorias para el Defe y un empate, pero además, Maderense nunca había podido marcarle un gol. Con esos antecedentes la fiesta azulgrana era una fija. Fue ahí donde muchos más se dieron por cumplidos. Pero lo curioso es que dentro de todos esos muchos conformes que se fueron sumando, nunca estuvieron los jugadores, esos que dejaron el alma en cada partido y que jamás se dieron por cumplidos. Y un rival así, aún cuando tenga estadística en contra, siempre será de cuidado. Y el verde lo demostró. Ganó cuando menos lo esperaban. Se repuso al empate transitorio del Defe y terminó imponiéndose 2 a 1 para exigir un desempate y convertirse en el equipo que más partidos oficiales jugó en el año.

Como el maltrecho Rocky del primer film de la famosa zaga, muchas veces lo dieron por vencido, pero siempre se puso de pie. Porque sea cual fuere el resultado del desempate, cuando el árbitro pite el final del encuentro y del campeonato, seguramente Maderense estará de pie, con la satisfacción de haber llegado hasta donde casi nadie imaginaba. Solo resta un partido para calzarse la simbólica medalla de oro o plata. Ya no importa cuál. Lo importante es que los muchachos de este asombroso Maderense tendrán un pecho inflado de orgullo para lucirla con los honores que se merece, porque lo hecho ya los dejó en la historia.

Roberto F. Rodríguez.