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Maderense: El sueño de los humildes



Mezclado entre los grandes. Un grande más. Con su gente, sus calles de tierra, y la pelota como fiel testigo de un vermout eterno. Se disfruta en Pehuajó, en el Alberto Irigoyen como epicentro. Se traslada a todo punto donde hay un Maderense dando vueltas. Largas caravanas por el acceso de la ciudad, y la sede como casa madre del festejo. Maderense, el que está cumpliendo 90 años, en este 2015. El que se subió a un ilusión, y cuando lo quisieron despertar les respondió, que lo dejen soñando un poco más. Y el sueño y la ilusión se hicieron realidad. Y de ese equipo, con varios nombres propios, se transformó, en equipo, con algunos nombres propios, muchos pibes del club, y un amor inquebrantable por los colores.

Los chicos de las finales de novena y sexta, campeones, ya son hombres que se mezclan en la primera. Pibes, que son titulares en el club que los vio nacer, y amigo, del vecino que los ve pasar con una pelota bajo el brazo, desde que la vereda, y los arboles eran la cancha y el arco.

A su ritmo. A su paso. Así creció Maderense. Casimiro Fernández como presidente, Rubén Aguirre como entrenador, y decenas de colaboradores anónimos. El torneo arrancó, y el juego del equipo, dejó su parecer en las primeras fechas. Pero se fueron cayendo soldados. Por lesiones (Cerruti clave en el medio), otros emigraron (Zamorano), y a otros se les hizo difícil continuar (Salinas). Entonces, los que eran la primera opción, fueron titulares indiscutidos. Bagato, Mónaco, Baseli, Sadobe, Conde, se afianzaron. Daniel Galeano, llegó y fue defensa, y además Vaquie, volvió a sumar minutos, Casavechia, sus indescifrables gambetas en ofensiva, y Sánchez marca prolija.

Con esos nombres propios Maderense se sostuvo en sus columnas. Calandria, Gutiérrez, Jorda y Lucero. Debieron sumar a su juego y calidad, un extra. Templanza para sostener y potenciar pibes, que ya debían cumplir responsabilidades desde el inicio de partido.
En el clasificatorio llegó al petit, estando siempre en el grupo de los cinco equipos que peleaban un lugar. Llegó a estar entre los ocho mejores. Junto a Defensores y los dos equipos de Bolívar (Independiente y Empleados), se sobrepuso a momentos complicados. Comenzó siendo goleado, y cuando parecía, que daba un paso clave, luego de derrotar al “Gallego en su casa”, recibió una goleada terrible contra Defensores.
Pero, pero Maderense se recupero. Sacó chapa, y derrotó a Independiente en Bolívar y se trajo el pase a semis. Nuevamente entre los cuatro mejores como en el 2003. Y entonces llegó Calaveras. Triunfo agónico sobre la hora en el Juan Halzague, y derrota por 3 a 0 en el “7 de abril”. Todo a un desempate. ¿Ya está? No. Comenzó, perdiendo, y apareció Vaquie, para empatar. Le expulsaron a Casavechia, y se hizo enorme Calandria, para sacar todo. Si todo.

Calambres, palo y Calandria. Ensayar alguna contra era una quimera, en la noche eterna e inolvidable de Defensores, para el albiverde. Y llegaron los penales. Y Calandria, se hizo aún más grande. Y Jorda, Galeano, el “1” y Gutiérrez no fallaron. Entonces fue delirio. Fue festejo. Fue caravana. Fueron miles de lágrimas. De vuelta a la final, como en 1997, con los ojos empapados en emoción. Ríe, llora y festeja Maderense; el sueño de los humildes.