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Javier Castrilli dirigió el clásico de Pellegrini



Desapacible tarde otoñal que pretendió sin éxito oponer un tono gris a los festejos pueblerinos de una hermosa comunidad a la que me he sumado con gran interés.

Pellegrini está de fiesta, y el color resurgió entre los cenicientos tonos vespertinos de un domingo vivido a todo fútbol en el Complejo Polideportivo de la ciudad, porque no solo se reeditaba una vez más el antiguo clásico lugareño entre Atlético y Huracán, o entre El Expreso y El Globito, si lo prefiere, sino que el partido –amistoso, claro está– constituía el retorno al césped futbolístico de un árbitro que marcó un antes y un después dentro del referato argentino: Javier Castrilli.

Porteño de nacimiento y camino a cumplir 59 años de edad el próximo 22 de mayo, es actualmente Director de Deportes Federados de la provincia de Buenos Aires, formando parte de la gestión gubernamental bonaerense. Y en tal carácter visitó el distrito pellegrinense durante el verano, acordándose luego su participación arbitral en el encuentro de referencias.

A poco más de 17 años desde haber dirigido su último partido oficial, aquel encuentro por el Apertura de 1998 entre Platense y Gimnasia y Esgrima de Jujuy que terminó con una resonante victoria del lobo jujeño por 3 a 1 con dos goles de Mario Lobo y el restante de Morales Santos, quedó en la historia por el adiós precipitado de un hombre que dividió las aguas del arbitraje nacional como nunca otro.
Por eso el domingo fue un día tan especial. Su presencia resultó todo un acontecimiento. Lejos de aquellos renegridos y engominados cabellos que lucía peinados prolijamente hacia atrás, hoy muestra las canas que denotan el incontenible paso del tiempo, pero mantiene la elegante postura marcial y el paso cuasi redoblado que lo caracterizó como una marca registrada. Seguramente aquellos que han tenido una formación militar pudieron buscar en su paso acompasado el redoblado de marcha con el pie que parte casi perpendicular al suelo, roza la superficie hacia delante con la punta, completa el giro previsto y asienta el talón, mientras el otro pie inicia el camino, al tiempo que los brazos marcan un cadencioso ritmo. Claro que lo de Javier no es tan estrictamente castrense, pero se le parece mucho, aunque más “canchereado”. De allí la razón del empleo del adverbio cuasi para identificar su marcha.

Es que estábamos frente a un Castrilli al ciento por ciento. Con todo lo que significado su trayectoria de conocimiento público signada por la aplicación del reglamento a rajatabla, aun cuando de allí se desprendieran sanciones y hasta expulsiones que desataron polémicas y escándalos, y que involucraron a grandes figuras –Maradona inclusive– del fútbol vernáculo.

La claridad de sus conceptos, vertidos en una conferencia de prensa llevada a cabo por la mañana, dejó más que conforme a la concurrencia y bien puede recomendarse ser vista a través de los medios audiovisuales que la informática actual pone a nuestro alcance.
Por la tarde, el público lo recibió en el estadio como un visitante ilustre. Claro que el clásico no había comenzado, y en un reducto donde la concurrencia está absolutamente dividida en los dos bandos en pugna, la figura del árbitro queda más solitaria que nunca. Porque se trataba de un clásico, de carácter amistoso para la historia, pero con la misma carga emocional de aquellos que se juegan por los puntos, por lo que lo de “amistoso” pasa a constituir un concepto relativo que puede durar hasta el primer gol o primera jugada determinante fuera de la ley que, con Castrilli dentro del campo de juego, puede ser penalizada sin más reparo que la protección reglamentaria. Como debe ser. Porque así lo dijo, expresando que es deber del árbitro velar por la seguridad jurídica del juego en todo momento.

Después se jugó el clásico, por momentos bajo lluvia, con un arbitraje apoyado esa seguridad respaldada por una notable trayectoria internacional. Entonces cobró lo que consideró que exigía el reglamento, blandió la tarjeta roja cuando entendió correspondía, y no dudó, con el partido 1 a 0 en favor de Huracán y luego de haber adicionado dos minutos al tiempo reglamentario, en adicionar otros dos dado que aquellos habían sufrido demasiadas interrupciones. Igual al Expreso no le alcanzó y el Globo se llevó la copa en juego con motivo del 117° aniversario de la ciudad.
Requerido por la prensa, Castrilli dialogó con los diferentes medios e incluso con algunos espectadores durante su salida por la extensa manga que conduce al sector de vestuarios.

Se fue la tarde. Se fue Castrilli, pero dejó marcada una fecha, la del 3 de abril de 2016, cuando en la ciudad de Pellegrini, volvió a vestirse de negro, ponerse los cortos, y actuar en respaldo de esa seguridad jurídica que determinan las reglas que rigen un espectáculo deportivo: el fútbol.
Roberto F. Rodríguez.