#Futbol

Entre ídolos, "perros" y tortas fritas



Escucharlo por radio a 365 kilómetros de distancia no era lo mismo, ni siquiera se asemejaba. O quizá sí, un poco, porque en cada viaje a la cancha las transmisiones estaban presentes. Si me apurás te digo que no, sin dudarlo. Que quiero verlo, que quiero verlos, a los jugadores, a los amigos, a la gente de siempre.

El domingo amaneció triste, con nubes y esa llovizna molesta que no llega a ser lluvia. Cielo gris, calles vacías y hojas amarillas. El panorama de la jornada pedía a gritos mates con tortas fritas. Pero como ya lo dejó escrito Eduardo Galeano: “un domingo sin fútbol, cualquiera muere de aburrimiento”. Y allá nos fuimos, a Daireaux, en busca de fútbol.

En busca de amor, también. Porque jugaba Estudiantes y ya lo estaba extrañando, el año pasado no tuve la oportunidad de verlo y este era el día, por más feo que sea haya presentado había que estar. Equipo de mate y a viajar junto con un amigo.
Otra vez la radio, pero esta vez la ruta. Nos acercábamos a la cancha de Bull Dog y para dentro repetía las canciones de aliento que cantaba de pibe, acompañaba el ritmo con el pie derecho (yo no manejé, por las dudas) y en el corazón llevaba la ilusión intacta.

Abrazos de reencuentros, charlas a los gritos y el vapor del agua caliente que gravitaba sobre el mate. Identifiqué las caras de los jugadores que no conocía y la pelota a rodar. A rodar como podía porque el pasto estaba largo y la lluvia que cayó dificultaba las acciones de juego.

En el primer tiempo podríamos habernos quedado afónicos de gritar de goles pero no sucedió. Cuatro ocasiones claras pero entró una sola gracias a una guapeada de Lucas Palacios. Sin embargo, al entretiempo se iban a ir en tablas porque Ramiro Carballo marcó el empate para Bull Dog.

La segunda etapa comenzó a favor de los perros ya que dieron vuelta el encuentro con gol de penal de Leonardo Vivas. El albinegro seguía intentando pero las pelotas pasaban cerca. Hasta el arquero pudo lucirse. La número cinco no tocaba la red y el tiempo pasaba. Y el tiempo pasó y a Bull Dog se le vino la noche, Exequiel Cardozo puso de cabeza las cosas 2 a 2.

Más tarde, llegaría la jugada que significó un punto de inflexión a favor de Estudiantes. Un tiro libre cerca del área donde Eloy Colombano acomodó la pelota pero Ezequiel Naser se encargó colgarla en el ángulo. Fue un golazo, el tipo caminó prácticamente hasta la pelota y la pinchó sutilmente por arriba de la barrera, en cámara lenta viajaba inmaculada, hasta que de repente bajó y se metió en vértice derecho del arco. Golazo, golazo.

A partir de allí, al visitante se le abrió el arco, Colombano y Carlos Negri terminaron de liquidarlo. Bueno, basta de formalidades.

Goleada y el domingo por un instante se iluminó, los hinchas albinegros volvimos felices para casa, a mí aún me queda la sonrisa. Con el puño apretado y a cara de perro, justamente ante Bull Dog, las ironías de la vida. Volvimos al triunfo y este es el camino. También me di el gusto de ver a mi ídolo de la infancia porque entró el Petardo Cadorín y casi convierte. Seguiré aplaudiendo porque de chico me aferré a una máxima: “aplaudan, aplaudan, no dejen de aplaudir, los goles de Cadoro que ya van a venir”.

Por Alvaro Michelli