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Entre pérdidas y ganancias



La alegría del puñado de maderenses que el pasado domingo acompañaron a su equipo hasta el “José Esteban Garré” de Deportivo Argentino, y el lamento de los fieles seguidores del dueño de casa eran apenas parte de una vieja postal del fútbol. Uno festeja y otro sufre. Como en la vida. Y como en la vida, todo ello también es efímero. Pero vale.

Aquella alegría tiene su explicación en una victoria agónica lograda por los de Francisco Madero en el minuto final de un encuentro que parecía quedar en cero. Y vale porque, como dijera el poeta Francisco Luis Bernárdez: “No se goza bien de lo gozado sino después de haberlo padecido”. Y créame que Maderense lo padeció, dado que debió sobrellevar un encuentro que, en muchos pasajes, se le hizo extremadamente cuesta arriba. Pero sobrevivió. Su defensa jugó con orden, su arquero suplente devenido en titular cumplió, y cuando ni unos ni otro pudieron, los palos hicieron el resto.

Pero tampoco piense el lector que el trámite del cotejo fue una copia de aquel famoso Argentina 1 Brasil 0 del Mundial de Italia ’90. No. Y por dos razones. Primero porque ese cotejo mundialista será irrepetible. Segundo porque Maderense, más allá del tembladeral que sufrieron palo y travesaño de su arco, también generó peligro en el área rival. De hecho hubo un tramo del primer tiempo donde, de haber tenido que elegir una figura, nadie hubiera dudado en designar a Jonathan Aranas, el arquero del conjunto azul, porque tuvo un par de intervenciones notables que impidieron que la visita abriera el marcador. En la primera reaccionó ante un error de su defensa y quedó bien ubicado para el disparo de Casavechia, que logró tapar en gran forma. La otra fue más espectacular todavía. Bagatto se desprendió del medio y encaró como Gardelito Medero en el ’92, dejando rivales en el camino que hasta parecían mirarlo sin entender en lugar de reaccionar en tiempo y distancia. Pero Bagatto no se engolosinó y le sirvió el balón a Matías Tolosa que sacó un impresionante disparo con destino de red. Fue allí cuando surgió la enorme figura de Aranas estirándose todo lo humanamente posible para desviar, con mano cambiada, una pelota que buscaba meterse contra el travesaño. Es que fueron dos jugadas que pudieron haber cambiado el resultado final, desviando totalmente el curso del partido.

Entonces llegó el turno del local que tenía que reaccionar y reaccionó. En principio parecía complicado, porque si hubiésemos tomado una fotografía desde la platea alta, habríamos visto un equipo azul con cuatro defensores en línea, cuatro volantes, un media punta (Collado) y un solo delantero (Tallarico). Demasiado poco para aspirar a ganar en su casa. Pero la placa nos hubiese dado un diagnóstico estático y el fútbol es dinámica. Si González lograba incursionar por derecha y Burgos por izquierda, las marcas personales instaladas sobre Collado y Tallarico se tornarían insuficientes para los planes de Maderense de controlar la ofensiva local. Y así ocurrió. El último segmento del período inicial fue todo azul y la visita vivió la zozobra en carne propia. Córdoba debió apelar a un recurso desesperado despejando de cabeza contra la línea de fondo y cerca estuvo de batir su propio arco. Luego fue la reacción del arquero Mónaco y un rebote en el travesaño, los que terminaron salvando al albiverde ante la acción de Caldiero. Tampoco Burgos y Collado lograron definir en el área visitante.

Y como si el descanso no hubiese existido, Deportivo siguió dueño del trámite del partido en el segundo tiempo. Apretó el acelerador y Burgos tuvo una buena oportunidad. Picó por izquierda, se metió al área y, como los viejos wines del aquel pasado que quedó en las crónicas, llegó hasta el primer palo, cerrado por arquero y defensor, pero remató desde un ángulo difícil y entre Mónaco y el palo impidieron la conquista. Fue ese mismo palo el que después sufrió un pelotazo de Collado cuando el arquero no llegaba, mientras delanteros y defensores veían pasar el esférico frente al arco tras el rebote, sin que ninguno interviniera. Cosas del fútbol.

Cuando pasó la tormenta, Maderense planchó el partido y el local no tuvo el peso ofensivo suficiente, ni aún con los ingresos de Leonel Martínez y Bruno Cardone. Entonces ya no hubo grandes emociones, ni grandes errores. Hasta que al final, cuando estaban con diez hombres por expulsiones de González y el exdelantero azul, ahora en Maderense, Omar Sosa, un cruce de Arive dentro del área terminó derribando a Lucero y significó la chance visitante de llevarse todo mediante un tiro penal. Suárez no dudó en cobrarlo. Casavechia tampoco dudó en convertirlo, máxime ante un arquero que llevaba dos penales consecutivos atajados.

Solo hubo tiempo para la expulsión directa de Draghi, que dejó al azul con nueve, pero nada más.

Maderense ganó mucho porque se llevó un partido que podía haber perdido. Pero Deportivo perdió más, porque perdió el partido, el invicto, y el cero de su valla que amenazaba con prolongarse.

Así es el fútbol.

Roberto F. Rodríguez.