#Futbol

Los goles que nacen del corazón, son eternos



"Hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre. Desconozco cuánto sabe esa gente de la vida. Pero de algo estoy seguro: no saben nada de fútbol". Eduardo Sacheri.

Los goles se envuelven en un grito único, sagrado. Nacen desde lo más profundo, y tienen la pasión como componente esencial. Grito de alivio; grito contenido; grito de alegría. Eso, grito de alegría. De aquel que juega un partido soñado, y lo abrazan los hinchas corriendo de cara a la tribuna. A la tribuna de cemento que engalana las tardes futboleras del José Esteban Garré.

En ese lugar entre otros tantos cientos, y decenas de admiradores de Juan Martín Tallarico esta él. Tal vez su fans número uno. El hincha con el que el goleador ha cautivado una admirable amistad, que no sabe de edades, sino de pasiones. Federico tiene diez años, y nació con un problema en los ojos, que le hace tener una disminución visual muy pronunciada. Profesionales, contención familiar y de amigos han marcado su vida con tan solo diez años. Concurre a la Escuela 20, y recibe la ayuda de los docentes, que le permiten transitar sus materias escolares.

Pero el rostro de Federico cambia decididamente cuando sigue a su equipo, del cual es hincha: Deportivo Argentino. En algunas ocasiones acompañado por su hermana Renata de 6 años; pero siempre con su papá Guillermo.

Su padre es el encargado de “relatarle” el partido sentado a su lado. Entonces Federico sabe que quien lo cuida, y lo protege como nadie, su papá es el que le despierta una sonrisa, cuando le susurra al oído: “Gol de Deportivo. Gol de Juan Martín”.

Y Federico estalla de alegría; el corazón le late más fuerte. Como cada vez que entra a la cancha con su ídolo. O como cuando el goleador, en un gesto que lo enaltece más allá de sus decenas de goles, se apareció en el cumpleaños de Federico, y compartió la torta que le preparó su mamá Alejandra, mientras le entregaba de regalo la “9” azul.

La pasión que despertó en Federico el fútbol hace tres años no se ha detenido. De la mano de su equipo, pero sobre todo de su ídolo, y con su papá al lado disfruta de una alegría indescriptible. La que le despierta una sonrisa inigualable cada domingo. La que hace de esta historia no una más. La transforma en un acto de amor, que reúne la pureza de un chico, el color de una camiseta, y los goles de su ídolo. "Porque es fútbol y es humano", escribiría Ariel Scher.

Esa imagen se puede repetir miles de veces, y cada vez que se repita será mágico. Federico ingresando con su ídolo en la cancha; Federico escuchando el relato de Guillermo diciéndole que hay gol de Deportivo. Entonces esa sonrisa vuelve a aparecer; y ese momento se hace eterno. Como cada grito de gol. Como cada susurró de su papá en el oído.