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Año 2010: Campeones "los Paisanos". Unión lograba su primer titulo en el año del centenario de Curarú



Esta historia con final conocido, se puede contar sin respetar un orden cronológico. Hace un siglo Diego Lezica Alvear era propietario de una las “porciones” de hectáreas mas importantes del Oeste de la provincia de Buenos Aires, más precisamente del partido de Carlos Tejedor.

La estancia se llamaba “Curarú”, y en esas tierras comenzó a edificarse, con la llegada del ferrocarril, entre otras cosas, una población que creció y floreció al ritmo del trabajo. A la vera de la ruta 226, la llegada de “foráneos”, junto a los nativos e inmigrantes que bajaban de barcos y comenzaban a transitar cientos de kilómetros de caminos de tierras, fue construyéndose una pueblo humilde, sencillo, pero de corazón abierto, como lo son la mayoría de los “poblados” del interior de nuestra Argentina.





En los pueblos, se conocen todos. Son “el gringo”, “el negro”, “el turco”, “el hijo de la Juana” (si con artículo adelante) o “Don Fernando”. Ese “Don” es un distintivo que pocos lo tienen y significa un respeto casi reverencial.

Pueblos del interior, como Curarú, deben contarse por centenas en el territorio, pero cada uno tiene su historia o sus anécdotas. Baile populares y familiares, el policía que conoce al que se pudo llevar “equivocado” una gallina para apurar un puchero, el vermouth en el club, o la ronda de mates alrededor del único taller.

Es cierto que el avance de la tecnología trajo consigo un montón de entretenimientos más, pero hay tradiciones que no se pierden. El truco o el mus, por la “vuelta” son infaltables en cualquier bar.



Al bombero se lo conoce de todos los días, con cada uno que te cruzas en un pueblo te saludas, y si a veces es fin de mes y el “mango” no alcanza, “Doña Tita” no te va a dejar sin un pedazo de pan o la leche para los chicos. En ese contexto mencionar a “Los Indios” como uno de los emprendimientos en cuanto a la productividad agrícola ganadera de la región.

Desde esa solidaridad, al ingenio para los apodos, en todo pueblo siempre hay un poco. En su rica revista del centenario, hay un par de páginas que Curarú recuerda varios personajes: Nicasio Videla, Rusqui, Don Juan El carpintero, el cual se decía que había sido soldado del zar y escapó cuando triunfó la revolución bolchevique. Lo que decíamos para todos los gustos.

Pero la felicidad de ese pueblo, de sus habitantes no era completa. Aceptado en la Liga Pehuajense, como si Curarú fuera del partido de Pehuajó, Unión, la institución fundada en 1953, había transitado y transita por el campeonato que organiza la liga pehuajense de fútbol. Siempre pareció quedar cerca. Con equipazos que quedaron en el recuerdo, pero…, siempre había un pero. Semifinales, finales, o vaya a saber un que se yo.

Cada domingo, cuando se encontraban para alentar a su “blanco” querido, a fin de año quedaba una sensación de vacio. Jugar en Curarú era difícil para cualquier equipo. Después hubo períodos de ausencias, “inundaciones malditas”, épocas desfavorables, se fueron concatenando para que todo haga más difícil la realidad. Y ya se sabe un domingo sin fútbol, no es lo mismo.

Con trabajo y esfuerzo, fue volver a competir, y después la nueva cancha, y después seguir apostando y creyendo por ese logro que parecía no llegar.
Siempre algo pasaba, pero no hay mal que dure 100 años reza el refrán, y parece ser cierto. Un pueblo feliz, es más lindo todavía.

El 22 de diciembre del 2010, bajo un sol imponente y una temperatura sofocante, Unión, el mismo que habían fundado un grupo de jóvenes entusiastas, en el partido final de la Liga Pehuajense y después de 30 encuentros, derrotaba a un heroico KDT por 2 a 0.

Los goles de Tempesta, pero de su jugador hincha Ezequiel Martín. La atajada, del arquero que gana campeonatos Luciano Gentile, y el trofeo en alto, del capitán Martín Barontini, que representó el sentimiento de toda una comunidad. Salió campeón Unión, el conjunto de Curarú, el que se forjo, en el medio de nuestra Pampa; el mismo que le abrió los brazos al que lo necesitó en momentos difíciles.

Ahora sí, la felicidad es completa en Curarú, en ese pueblo donde todos se conocen y ahora festejan con la alegría de saber que ellos también son campeones. En ese pueblo, donde ellos mismos rezan, es un lugar para vivir. Ahora para compartir, y como ellos también dicen y por lo cual se sienten orgullosos y cantan en cada cancha “llegaron los paisanos”. Esta vez, más que “llegaron los paisanos”. “Campeones los paisanos”.