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A tres décadas del mundial que nunca vamos a olvidar



Desfilan las 140 modelos top del mundo. Los principales diseñadores de la moda han dejado su impronta. Los tres tenores (Pavarotti, Carreras, Domingo) suman belleza. Una pelota, que el plano cenital de la televisión hace más inmensa, posa en el círculo central. En los palcos hay desfile de autoridades, en las gradas del San Ciro de Milán, barras se mezclan con turistas. Roma, vuelve a ser Roma, y es el epicentro del mundo. El centro de Italia se mueve. Pero el mundial que nunca vamos a olvidar, parece comenzar recién cuando Gianna Nannini y Edoardo Bennato, llegan al estribillo de una canción que será la más hermosa de todas las citas deportivas. “Noches mágicas, Y siguiendo un gol, Bajo el cielo, De un estadio italiano…”, reza la traducción de “Un Estate Italiano”.

A partir de ese instante, todo será inigualable. Fueron 30 días, que perduraran por siempre. Será un cúmulo de emociones que no darán respiro. Desde el primer encuentro (de los jugadores) en tierra europea, hasta el 8 de julio, serán setenta días, donde el seleccionado argentino transito su estirpe de campeón. Valdano, Brown y Enrique, no llegan, las lesiones no dan tregua; afuera de la lista. Otros llegan con lo justo, o se recuperan en el mismo mundial. Entonces llega el 8 de junio.

Diego es el centro de la escena; hace jueguitos con la pelota, antes que el árbitro francés Michel Vautrot pite el inicio. Gol de Camerún; Maradona y Caniggia destrozados a patadas. Diego con un dedo sin uña; y Bilardo que da un golpe de timón. cinco cambios para el segundo partido. Ruggeri no aguanta el dolor de pubalgia; Troglio y el “hijo del viento” son titulares, después de las largas noches de “Mario Bross”. El “Doc” dice que las tres tiras de los pantalones negros traen mala suerte, y las hace sacar. Llega U.R.S.S. El último sub campeón europeo. Pumpido se quiebra, Maradona “y la otra mano de Dios”, salva un gol. Peor no nos puede ir. Pero aparece el viejo Vasco de Saladillo. Centro y gol de Troglio. Aparece Burruchaga y tranquilidad. Llega Rumania, empate en uno, de nuevo a sufrir, pero estamos en octavos de final.

Por otro lado, Italia, Alemania, Brasil desfilan en su grupo. Camerún le pone baile con Milla, alegría con Makanaki y patadas a los partidos. Holanda no despega, Inglaterra sigue con Lineker, Colombia sorprende y se sorprende con Higuita. El checo Skuhravý hace goles.

Terceros en el grupo y llega Brasil. Argentina arriba al hotel de Turin, hay un casamiento. Bilardo hace bailar a los jugadores con la novia, dice que trae suerte. Vuelve Ruggeri, Giusti es titular; la vieja guardia de México 1986 hace gala de pasta de campeón. Los palos son argentinos. De Dios no lo aclaro porque ya sabemos que usa la “10”. Bilardo dice que no se la den más a los de amarillos “porque vamos a perder”. Branco agarra un bidón, bebé algo, y después no puede dar bien los pases. Maradona y un tobillo tan grande como una pelota, deja brasileros en el mundo. Caniggia gambetea a Taffarel y es gol.

Estamos en cuartos. El turno de Yugoslavia. Se quedan con uno menos. Argentina merece más. A Burru, le anulan un gol, y vamos a los penales. Erra Troglio, se lo atajan a Diego, Aparece Goycochea. Estamos en semi. Trigoria, sede de la concentración albiceleste explota. La bandera Argentina no está en el mástil. Maradona le habla a los napolitanos. Napoli se divide entre su Santo, y su país. No nos chiflan el himno. La selección de Bilardo juega su mejor partido en el torneo. Schilachi, el goleador anónimo, pone en ventaja a la Azurra. El Vasco de Saladillo, manda un nuevo centro, y Caniggia “peina” el balón ante la inexpugnable defensa Italiana. Es gol. Merece ganar la albiceleste, pero vamos a penales. Goycochea ya es ídolo nacional. De nuevo a la final. De nuevo contra Alemania. Pero ya no van a estar Caniggia, Olarticochea, Batista y Giusti.

Bilardo vuelve a hacer magia. A esta altura ya es genio indiscutible. Argentina resiste, y el cero a cero se extiende. Ruggeri no da más, y tiene que salir. Monzón expulsado. Basualdo los corre a todos. Simón resiste, Serrizuela marca. Calderón ingresa por Burruchaga. De los campeones de 1986, solo Diego esta en la cancha. Codesal y el penal que le hacen a Calderón y no lo cobra. Codesal y el penal que le cobra a Alemania, cuando Sensini no lo toca a Voeller. Goycochea el de la garantía, no llega ante el derechazo de Brehme. Codesal dice basta. Festejan los italianos, festejan los alemanes. Maradona llora, Bilardo dice que se terminó.
Argentina es una fiesta. Son recibidos por una multitud. Jugadores, y cuerpo técnico saludan desde el balcón de la Rosada. El país explota en un solo grito. Los datos fríos dicen que fue el mundial de menor promedio de gol, que obligó a cambios en la FIFA, y que tal vez en el que peor se jugo. Pero los datos fríos no saben de emociones. Los que lo vivimos recordamos donde estábamos en cada partido de Argentina. Los más chicos buscan en you tube.

Cada vez que suena “…Bajo el cielo, De un estadio italiano…”, los recuerdos son inevitables. Las imágenes que se repiten, todo lo puede. Las historias, aun las que no son comprobadas, son ciertas. Treinta días que quedaron para siempre. Treinta años del mundial que nunca vamos a olvidar.