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Julio Díaz: “Nunca imagine que iba hacer un gol. Y si lo imaginé fue de tiro libre. Pero tenía la “pata” como una banana. Imagínate, calzo cuarenta y cuatro”



Edición número 61 de la nueva sección que brindamos en nuestra web con un protagonista que compone la Liga Pehuajense de Fútbol. Distendida, conociendo al protagonista desde otro lado. Es el momento de conocer a uno de los mejores arqueros que dio la liga en el último tiempo. Es el turno de Julio Díaz.


¿Dónde arrancaste a jugar al fútbol y por qué?
Empecé a jugar al fútbol en mi barrio. Había una canchita espectacular. Típicos potreros de antes. Un día me vio Hugo Borjas que trabajaba en el Molino. Pasaba todos los días y le pregunto a mi viejo si me podían fichar en Deportivo. Tenía 8 años.

Jugar hasta que oscurecía o que el dueño de la pelota se fuera…
Si, jugábamos hasta muy tarde. Era la única diversión que teníamos en ese momento. La otra diversión era la onda o la bolita. En el tema fútbol, se jugaba hasta que se hacía de noche o te llamaba tu mamá para cenar. No había otra cosa para hacer y lo disfrutábamos mucho. Es algo que uno añora ahora, porque no hay tantos potreros, ni los chicos tienen ese entusiasmo.

¿A qué edad y en qué año debutaste en Primera?
Debuté a los 14 años en la Primera de Deportivo en el año 1987. Fue contra Atlético MC como visitante. Justo agarró Hugo Borjas el equipo mayor. El Club había hecho un equipo bárbaro el año anterior, contrató muchas figuras y no salió campeón. Al año siguiente hubo un éxodo y se jugó con todos pibes del Club. Me acuerdo que la competencia era con Ismael Silva. Un arquerazo. Hugo se inclinó por mí y me hizo debutar. A partir de ahí arrancamos.

Treinta y tres años y el año pasado te vimos. ¿La cuenta sigue o ya no más? (Risas)

No, ya está. Lo del año pasado fue una casualidad. Yo lo estoy ayundando al “Vasco” (Mendizábal), estoy en ese rol y nada más. Pero él insiste, es porfiado, como que no se puede adaptar a que no puedo atajar más y se dio una situación extraordinaria. No me quedó otra que ponerme los guantes. Ya el físico no me acompaña para hacer una buena pretemporada y poder jugar un año. Lo tengo bien asumido y ya está bien procesado. Estoy disfrutando de otras cosas.

Con 14 años y te dijeron que ibas a atajar en primera ¿Que pasó por tu cabeza?
Estaba enloquecido. Estaba muy feliz. No sé si era la inocencia de esa edad o qué. Uno no se lo tomaba tan a la tremenda. Lo disfruté mucho. Me acuerdo que en la semana, Hugo me dijo si me animaba a atajar y le dije: ¿Cómo no me voy animar? Me acuerdo que fuimos todos en un colectivo y dio el equipo cuando llegamos a Mones Cazón. Nos cambiamos al costado del colectivo y yo ya lo presumía. Por la charla que tuvimos en la semana. Tengo un agradecimiento eterno a Hugo Borjas. Fue quien me dio esa posibilidad.

¿La primera pelota la agarraste o se cayó de los nervios?
La verdad es que nos pegaron una peloteada bárbara. Atlético había hecho un equipo para ser protagonista y nosotros fuimos bastantes crudos. Perdimos 4 a 0. Pero eso fue una anécdota. Porque para mí fue ingresar en un mundo nuevo. Nosotros éramos inmensamente feliz en aquel entonces jugando en inferiores y que nos llamaran para entrenar en Primera. O nos quedábamos viendo el entrenamiento o alcanzando la pelota. El solo hecho de haber llegado a Primera, realmente lo disfruté mucho. Lo tengo muy grabado a ese partido, a pesar de perder y demás. Pero no me lo olvidó más porque fue muy importante, más que nada después de todo lo que se construyó. Más allá de que sea de forma amateur, ese fue el primer granito de arena.

¿Cómo fue enfrentar a River en el 93?

Fue lindo. Una linda experiencia. Ahí sí que no podíamos agarrar la pelota. Había una diferencia física inmensa. En ese momento, no había muchos conocidos. Después con el tiempo, unos cuantos de esos que jugaron acá llegaron a la Primera de River e hicieron muy buenas carreras. Una experiencia única en cancha de Calaveras.

¿Cuál fue tu mayor alegría en el fútbol?
Alegrías tuve un montón. Todos los campeonatos que hemos ganado. Esos fueron una alegría inmensa. Después poder haber ingresado a la cancha con mis hijos y disfrutar de ese momento. Es lo que todo padre anhela y es una experiencia única. Aunque sean dos minutos. Compartir lo que uno ha hecho toda la vida con ellos, fue una de las alegrías más grande que tuve en el fútbol. Obviamente a nivel deportivo los títulos.

¿Cuantos títulos lograste en tu carrera?
Logré seis títulos en la liga de Pehuajó. Y uno en la liga de Casares. Nos invitaron a participar. Era un torneo oficial. Participó Deportivo y Maderense con todos los equipos de aquella ciudad. Le ganamos la final a Maderense. Se jugó en verano. Con ese serian siete campeonatos.

¿Cómo fue meter un gol de arco a arco?
Fue hermoso meter un gol de arco a arco. No sabía para que lado salir. No sabía si festejar. No tenía ningún compañero cerca para abrazarme. Me di vuelta y me colgué del alambrado. Aparte sirvió para empatar el partido. Estuvo buenísimo. (Risas) Impensado, porque nunca imagine que iba hacer un gol. Y si lo imaginé fue de tiro libre. Pero tenía la pata como una banana. Imagínate que calzó cuarenta y cuatro. Iba hacer dificilísimo. (Risas)

Que diferente hubiera sido si lo hubieras hecho ahora. Fotos y videos de todos los ángulos. ¿Hay algún registro?
El único registro que hay es el del diario de Casares que lo tengo guardado. Visual no hay nada. No sé si había celulares en ese momento. Así que imagínate. (Risas) El diario y mis compañeros no me dejan mentir.

¿De dónde viene "Pipi"?
(Risas) Palabras que se pegan. Pipi pipio, gatuzo, Genaro. (Risas) Hay muchas.

Los volvías locos a tus compañeros...
Si, los volvía locos. Pero cuando empecé a atajar me decían que no hablaba. Que tenía condiciones, pero que un arquero tenía que hablar y bueno empecé a hablar. Cuando empecé a hablar ya no podía parar de hablar. Me dedicaba a hablar que atajar. (Risas)

¿El arquero tiene que hablar o no?
Un poco tiene que hablar. Ayuda mucho a los compañeros porque está en una posición privilegiada. Se ven muchas cosas que ellos no pueden ver. Cuando uno es chico no viene con esa labia y no tiene incorporado tratar de ayudar al equipo de esa forma. A medida que uno se va haciendo grande, va ganando en experiencia y coincidís con compañeros que te hacen crecer.Ahí es donde se van desarrollando muchas cosas. Tampoco hablar por hablar. Es hablar lo justo y necesario para acomodar el equipo. Más que nada la defensa y el mediocampo. Hasta ahí llegamos.

Te voy a dar a elegir a tres. ¿Con que central con una mirada te entendías?
Tuve la suerte de jugar con unos cuantos buenos. Ramón Benicelli. Un fuera de serie. Tremendo. No me quiero olvidar de ninguno. El “Ruso” Maggiorano. Un ganador. Una tremenda persona. Otro gran jugador, que lo disfrute poco, porque compartimos un solo año y para mi fue un placer a pesar de que cortabas clavos, Guillermo Martínez. Un jugador de otro nivel.

¿Cuál fue el gol más tonto que te hicieron en tu carrera?
Ojala hubiese sido uno solo. (Risas) Son un montón. No es que tenga uno solo que me pese. Cada gol que le hacen a un arquero, lo padece. Es tremendo lo que sufrimos o en mi caso. Después te queda la satisfacción si ganas el partido. Ahí la carga en menos. Goles pavos a lo largo de la carrera siempre. Lo importante que no te lo hagan el mismo año o todos consecutivos. Siempre por campeonato había un gol de esta manera.

Me decías que lo padecías. ¿Con los años uno lo va asimilando que el gol y los errores son gajes del oficio?
Uno le va quitando dramatismo al puesto. A mí me costó mucho deshacerme de las cosas que no eran fortuitas. Si tenía un partido malo o que para mí había sido malo, lo padecía toda la semana y se me hacía eterna para que llegue el otro encuentro. Solo para demostrar que había sido un mal partido. Se sobrellevaba distinto, pero igual en mi caso pesaba. Lo vivía con muchísima responsabilidad.

Tuviste miles... ¿Pero cuáles son esa atajada o esas dos o tres que se te vienen siempre a la cabeza?
Más allá de las atajadas, siempre me quedo con esa acción que sirvió para darnos algo. En la vuelta de la final con Independiente MC, erramos un penal y logramos empatarle con mucha dificultad. Ese equipo se defendía muy bien. Hacemos el 2 a 1 y a la siguiente jugada quedé mano a mano con Marcos Sanchez que la pude atajar. Algo que no era una virtud mía, si no que para mí Marcos no definió bien y tuve suerte. Eso me quedó grabado. Hubiera sido el empate e Independiente salía campeón. Además quedaban muy pocos minutos. Me quedo con esa jugada. No fue un pelotón, pero nos dio aire para ir a un tercer partido y pudimos ser campeón.

¿Ese de 2009 fue el mejor equipo que jugaste?
Ese equipo fue tremendo. Fue muy buen equipo. Tenía todo. Era un equipo muy completo. La defensa era muy buena, el mediocampo también y de la delantera ni hablemos. Fue lindo, porque desplegaba un fútbol acorde al paladar de Deportivo pedía. Ese equipo siempre daba respuesta. Empezabas perdiendo y revertía la situación. Un clásico con Estudiantes, íbamos perdiendo 3 a 0 en diez minutos y terminamos empatando 3 a 3. Tenía eso. Tenía una contundencia tremenda de mediocampo para arriba. El “Chavo” estaba en su mejor momento y Santiago Bacas un fenómeno.

¿Cuál es la mejor anécdota que te quedo como jugador en una cancha?

Un año que nos dirigía Julio Galeano y el “Vasco” Landaburu de ayudante. Jugábamos contra Progreso. Nosotros necesitábamos ganar y dependíamos de otro resultado. De afuera nos hacían sentir que estábamos clasificando. El “Vasco” festejaba los goles y terminamos ganando 3 a 2 sobre la hora con un gol de Leandro Rojas que no hacia goles nunca. Parecía que iba hacer una epopeya. El “Vasco” de afuera nos alimentaba la ilusión. Cuando terminó el partido, fuimos al túnel a abrazarlo todos al “Vasco” y a preguntarle como habían salido los partidos. Había ganado el equipo que no tenía que ganar y no sabíamos si reírnos o llorar. Al día de hoy comemos un asado y nos acordamos. Fue muy gracioso, porque festejamos como si fuéramos campeones del mundo y quedamos eliminado.

¿Cuál fue tu mayor tristeza en el fútbol?
La mayor tristeza fue cada final que perdí. Eso era muy decepcionante. Imagínate que si vivía con angustia comerme un gol o no tener un buen partido, imagínate lo que duraba el bajón y la mala onda si perdía una final.

¿Quién es tu ídolo local, nacional o internacional?
Local admiraba mucho al “Vasco” Landaburu. Cuando era chico lo iba a ver atajar. Despues me impresionó mucho cuando vino “Lucho” Gentili. Nacional, el ídolo que tuve fue Francescoli. Me gusta el arquero de Atlético Madrid, Oblak y Ter Stegen del Barcelona por su técnica. Me gusta como atajan pero no son ídolos.

¿Si tenes que armar tu 11 inicial con jugadores que te han tocado compartir equipo. ¿Cómo formaría el equipo de Julio Diaz?
Es difícil la pregunta, pero te nombro los que no faltarían en mi equipo. Van a quedar varios afuera, pero vamos armar algo. Benicelli, Maggiorano, Klemenco, Guillermo Martínez, “Chavo” Collado, Vizzio, “Peca Ferracci, “Chaca” Martín y Santiago Bacas. Esos no faltarían en mi equipo. Me puedo estar olvidando de alguno. Pero a esos, los elijo todos los domingos.

¿Qué es lo que más extrañas del fútbol?
No extraño nada, porque lo disfruté bien. De jugar no extraño nada. Lo lindo que tenía el futbol eran los vestuarios ante de los partidos. Los asados a la noche. Eso por ahí se extraña un poco. Me gustaba mucho entrenar. Eso sí lo extraño. Pero después en general lo disfrute mucho y es un ciclo cumplido.

¿Te quedó algo pendiente?
Nada. De nada. Fui completo en el fútbol.

¿Qué es el fútbol en tu vida?

El fútbol fue muy importante en mi vida. Me ayudó mucho en mi crecimiento. Tanto el fútbol como el Club fueron importante. Me dieron un espacio donde me pude desarrollar futbolísticamente y socialmente. El Club de barrio te acepta sin prejuicio. Estoy eternamente agradecido a Deportivo y al fútbol. Hoy se terminó desde adentro de una cancha, hoy lo veo desde otro lado.