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Maximiliano Mayoz: “Me expulsan y cuando vamos saliendo me encierran con el utilero con todos los de Necochea. Me acuerdo que me pegó hasta el que vendía chorizos. Se armó un quilombo tremendo”



Edición número 92 de la nueva sección que brindamos en nuestra web con un protagonista que compone la Liga Pehuajense de Fútbol. Distendida, conociendo al protagonista desde otro lado. Es el momento de un gran delantero que paso por enuestros escenarios. Es el turno de Maximiliano Mayoz.


¿Dónde arrancaste a jugar al fútbol y por qué?
Empecé a jugar en El Fortín de Olavarría. Me llevó un amigo del barrio. Nosotros jugábamos en la plaza que estaba enfrente de mi casa. Estábamos todo el día ahí. Me invitó ir al Club a los 5 años. Después de ahí no deje nunca más. Me encantaba jugar al fútbol todo el día. No había tanta tecnología como hay ahora. No existían los jueguitos. Lo único que teníamos era una pelota.

El sueño del pibe, tener la plaza al frente de tu casa. Jugar hasta que se haga de noche o chiflen desde tu casa…
Olvídate. Había veces que mi vieja se cansaba de llamarme y no le hacía caso. Pero bueno, era hermoso. No había tantos peligros. Podías estar tranquilo jugando con tus amigos hasta la noche y hasta que te cansaras. O que tu vieja se cansara de llamarte. (Risas)

¿Partido barrio vs. barrio o tranquilo entre amigos?

Cuando empecé, era el más chiquito. Me elegían a lo último. Le tenías que demostrar a los más grandes que te la bancabas y que le ibas a servir. Trataba de dar todo. Jugaba a muerte. A medida que vas creciendo te van teniendo más respeto. Te conocen. Se armaban partidos hermosos. Jugábamos contra el barrio Fonavi. Había “pica” y estaba muy bueno. Siempre con buena fe. No pasaba nada grave.

Eso te sirvió un montón ser el más chiquito para tu carrera. Digo, las mañas se aprendían ahí...
Si. Es una lástima que se está perdiendo. Lo que aprendías en el potrero o en una plaza, no lo aprendes en un Club. Ahí tenías que inventar. No había nadie que te guiara. Ahí es la esencia del fútbol. Aprendes cosas con la picardía. Que se tiene o no se tiene. Es una lástima. Uno va copiando a uno más grande o al que admira en el barrio. Acá en Olavarría se ha perdido mucho. Ahora con esto de la pandemia mucho más. No se ve gente jugando en la plaza. Esperemos que algún momento vuelva. Soy padre de dos varones y trato de inculcarle que no es lo mismo el Club que el potrero de barrio. Y siempre de enganchan en algún “picon”.

¿Te gustaba más un picado de barrio o un partido de inferiores?
No me ponía a pensarlo. Yo quería jugar a la pelota. En ese momento quería ser el mejor. En la plaza y en el Club. Quería ganarles a todos. A veces se puede y a veces no. (Risas) Jugar al fútbol es lo más sano del mundo.

¿A qué edad y en qué año debutaste en Primera?
En Primera debuté en marzo de 1999. En un nocturno con Ferro. A los 18 años de la mano de Cesar Arbio me afiance y no jugué más en reserva ni en inferiores.

¿Cuál fue tu mayor alegría en el fútbol?
La mayor alegría la tuve como técnico. Logramos el ascenso con El Fortín luego de muchísimos intentos. Lejos lo más lindo. Como jugador varios campeonatos. Partidos de cuatro goles. Una semifinal de Federal. Pero el ascenso con El Fortín fue lo máximo.

¿Se sufre mucho siendo entrenador?
Muchísimo. No había hecho el duelo como jugador. Vivía cada partido como si fuera jugador. Me costó mucho. No sé si estor preparado para dirigir. Mientras me den las piernas quiero seguir jugando, quiero seguir corriendo. Preocuparme por mí. Porque cuando sos técnico te tenes que preocupar por cuarenta. Tenes otros problemas que como jugador no los tenes. Como jugador solo tenes que preocuparte en jugar bien cuando te toca. Como entrenador estas toda la semana analizando al equipo contrario, a tu equipo y a tus jugadores que al no ser profesionales íntegramente, siempre tienen un problema por el trabajo y la familia. En síntesis, tenes que estar en todo. (Risas)

¿Se te cruzo alguna vez ponerte entre los 16 o 18?
Me había puesto en la lista de jugadores. En un partido me expulsan a un delantero y se lesionan otros dos. Estuve a punto de ponerme en el banco de suplentes. Pero era una falta de respeto a los chicos que estaban entrenando. Si hubiese caído otro delantero más, seguramente. Porque teníamos seis delanteros. Después me entero que los dirigentes no me habían puesto en la lista.

¿Cuándo hiciste los 4 goles te llevaste la pelota?
Ese partido no. (Risas) Ese año tuve una racha linda. Hacía de a tres o cuatro goles por partido. Seis o siete partidos así. La primera vez me llevé la pelota. Ya después el utilero me dijo que no. (Risas) Me hicieron una nota para “El Popular” de Olavarría respecto a eso. Me llamaron “ El señor de las pelotas” . En el partido anterior, el de vuelta de cuartos de final había hecho cuatro también. Ocho goles en dos partidos.

Eras el "Messi" de Olavarría en ese momento…
No seas irrespetuoso che. Sería una falta de respeto compararme con Messi. (Risas) Ni cerca. Lo mío fueron rachas. Le digo a mi hijo siempre, que empecé a hacer goles después de que nació él. Antes era más de asistir. De más viejo empecé a jugar de otra manera. Jugaba de “9”. Con “Fatiga” Russo como entrenador empecé a convertir goles. El físico no me daba para tirarme a los costados. (Risas)

¿Era difícil jugar de visitante en los Federales? Hablo como jugador.
Según la instancia. Si ibas avanzando sí. Me acuerdo una vez que fuimos a Bahía Blanca, yo jugando para Racing. Nos tiraron una bomba en la entrada en calor. Un susto bárbaro. Me acuerdo que cuando vamos a mover del medio, el árbitro nos dice, “muchacho más vale que pierdan porque de acá no salimos vivo”. 6 a 1 perdimos ese día. (Risas) Igual, las épocas han cambiado. No era, como era antes. Hace quince años atrás, ir a jugar a Bahía Blanca o a Mar del Plata eran guerras.

Fue 6 a 1. Pero antes del partido. Pensaba lo que decía el árbitro o en que cancha dijiste de aca no salimos…
Era chico y quería ganar. Empezó el partido y nos cobraba todo en contra. Recién cuando íbamos 3 a 0 abajo equiparo los cobros. (Risas) Cuando empezó el partido pegamos un tiro en el palo. No sé qué hubiera pasado si ganábamos ese partido. En Necochea tengo una anécdota. Me expulsan y cuando vamos saliendo me encierran con el utilero con todos los de Necochea. Me acuerdo que me pegó hasta el que vendía chorizos. Se armó un quilombo tremendo. Nos alcanzamos a meter en el vestuario y a trabar la puerta. Teníamos dos utileros, uno que era boxeador y el otro pesaba cincuenta kilos mojados. Yo estaba con el último. Me equivoque de utilero en ese momento. (Risas)

¿Cómo llegas a Pehuajó?
Llegó de la mano de Nolberto Crivaro a Deportivo Argentino. Buscaban un delantero y ahí caí. (Risas) Me intereso la propuesta y viajamos con Silvio Amaranto y Daniel Salguero. Sinceramente todo lo vivido fue hermoso. Más allá que tuve mis notitas de color. Mi primera campaña que jugué me dieron 18 fechas de suspensión. Salimos campeón con Deportivo en 2006. Jugué en Atlético MC y después a Defensores. Amo a la gente de Defensores. El cariño que me demostró esa gente es inmenso. Es el día de hoy que me mando algún mensaje con algún hincha o dirigente.

Del odio al amor con Defensores. ¿Qué recordas de esa tarde con Defensores que termina con la suspensión?
Fue tal cual. De esta tarde entró gente de la tribuna. Después vi el video. Me tuvieron que sacar en patrullero. El partido se siguió jugando. Y cuando cumplo las 18 fechas me toca jugar contra Defensores. Parecía que estaba marcado. Que había algo predestinado con el Club. Nos toca jugar una semifinal en cancha de Defensores. Esa noche tuve dudas, digo “otra vez voy a tener problemas”. Pero no. Había sido cosas del pasado. Después fue motivo de cargada cuando fui a “Defe”. Una anécdota graciosa que en un su momento fue fea. En ese momento, la gente de Deportivo se portó excelente conmigo. Uno cuando arregla, arregla por partido. Sino jugas no cobras. Y Deportivo me pagó los 18 partidos. Eso siempre voy a estar agradecido. Siempre se necesita el dinero y lo necesitaba en ese momento.

¿Cuándo te llamaron de Defensores para jugar dudaste algún segundo por lo que había pasado o no?
No, porque ya había pasado un tiempo. Jugué un año más en Deportivo y en Atlético MC. Volví a Olavarría y en Bull Dog. Cuando me llamó la gente de Defensores no lo dudé.

¿Cuál fue la mejor anécdota que te quedó por estos lados?
Me quedó con un hincha de Defensores. Habíamos sido papá y llevamos a nuestro hijo para que entre a la cancha. En eso perdimos un babero. Pasó el tiempo y nos dijeron que lo habían guardado. Que lo tenían como recuerdo. Esas cosas te llenan. Que solo por ir a jugar a la pelota, te tengan ese cariño. Esa es una de las mejores anécdotas. También cuando me invitaron a la final. “Nana” (Andrada) me invita para que vea a Defensores campeón. Había gente que me pedía fotos o autógrafos. Una de las materias pendiente que me quedó en Pehuajó, fue salir campeón con Defensores.

¿Cuál fue la mejor patada que te pegaron en tu carrera?
La mejor patada fue contra KDT. Primer partido del campeonato. Vengo con la pelota dominada, salto a uno y me agarra otro en el aire. Me rompe los ligamentos. Jugué un par de fechas más y no podía. El rendimiento era malo. Dejé de ir y todos pensaban que estaba enojado con el técnico. No era así. Se hicieron los estudios y estaba roto.

¿Qué pasa por la cabeza de un jugador cuando te dicen que tenes una lesión así?
En mi cabeza era recuperarme lo más rápido posible. Mi viejo pensaba que no iba a jugar más. El médico me había dicho entre seis y nueve meses. A los cuatro meses ya estaba para volver a jugar y por apurado, un tornillo se corrió de lugar. Me volvieron a operar y la recuperación fue de solo quince días. La lesión estaba curada. Solo debía cicatrizarse la herida y sacar los puntos. Después no tuve mayores inconvenientes. Lo único que me quedó fue la pierna derecha más débil. Recién el año pasado, con unos trabajos especiales pude recuperar parte de la musculatura del gemelo. Me había quedado más chica a comparación de la otra pierna. Igualmente la que más me costó fue una pubialgia. Jugué un año con dolor porque no me podía curar. Después tuve desgarro de gemelo y aductores. Esguince de tobillo, miles. Cuando me retiré fue porque los tobillos no me dejaban entrenar en la semana. Solo jugar los domingos. El técnico Hugo Alves que ahora está en la selección de Perú me dejaba jugar sin entrenar. Pero no lo podía hacer con cualquier técnico. Cuando él se va al Mundial de Rusia, ahí decido retirarme y seguí como técnico.

¿Las lesiones son las mayores tristezas en tu carrera?
A mí me sirvieron para crecer. Cuando a uno le va bien. Uno no valora lo que tiene. Cuando te pasa eso o te lo quitan, ahí te das cuenta lo que vale. Siempre que me lesiones, me proponía volver lo más antes posible y estar adentro de una cancha que era lo que más quería.

Si tenes que armar tu 11 inicial con jugadores que han sido compañeros tuyos. ¿Cómo formaría el equipo de Maximiliano Mayoz?
Me metes en un compromiso. No puedo dejar a ninguno afuera. Tengo amigos que me ha dejado el fútbol. Para que empiezo desde arriba. (Risas) Lucas Fernández y Juan Martín Tallarico. Armaría con ellos dos un tridente ofensivo. Obviamente el tercer delantero seria yo. (Risas) Mediocampo. Daniel Sanchez, Lorenzo Ferrara y por izquierda al “Pampa” Sosa. Pero es delantero. Un equipo muy ofensivo. (Risas) Atrás, a Néstor Ramírez en el arco. Compañero en muchísimos clubes. En la defensa a Enzo Suarez, Sergio Cancina, Hugo Larregina y Enzo Barrientos. Seguramente me estoy olvidando de varios. Pero me agarraste frio. En el banco, Julio Díaz, “Poroto” Arive, “Mula” Sternari, “Tito” Bernard y Guillermo Ortellado.

Si tenes que elegir tres compañeros. Uno para hacer el asado, otro para poner la música y el restante comprar la bebida. ¿A quién elegís?
Para hace el asado Daniel Sanchez. La música Lorenzo Ferrara y para comprar la bebida Enzo Suarez.

¿Cuál fue la mejor puteada que te dijeron en una cancha?
Un cliente mío me dijo, “Córrete que están jugando”. (Risas) De esa me acuerdo, porque fue un segundo donde todos se callaron y se escuchó clarito. Lo que nos reíamos cuando nos vimos. Pero trato de no darle bola.

¿Se extraña mucho los domingos?
Se extraña mucho el fútbol. Se extraña el ambiente. Esperemos que esto pase pronto y que nos habiliten la actividad.

¿Qué es el futbol en tu vida?
A transcurrir los años fue cambiando. Era un juego y una diversión cuando arranque. Se convirtió en una pasión. Después en una obsesión y ahora se está transformando en recuerdos. Es un pasatiempo que tengo con mis hijos. Que ellos elijan su camino sin presionarlos. Que prueben jugar y si no les gusta que elijan lo que ellos quieran. Tratar de darle un cierre a la carrera que está muy cerca del fin.