Fue dirigido por Carlos Bianchi y Marcelo Bielsa, ganó la Libertadores con Boca y ahora pasa sus días en Pehuajó
Franco Cángele quedó fuera de la exposición mediática, tras una carrera que osciló entre los grandes de la Argentina y el fútbol turco; la psicología del deporte y sus noches de Copa.
Ídolo en Turquía
Hay un refrán que dice que “nadie es profeta en su tierra”, y que se aplica cuando las personas deben abandonar su hogar para alcanzar sus sueños. Franco, por ejemplo, emigró a Turquía en 2006 donde hizo gran parte de su carrera. En un primer momento jugó en el Sakaryaspor, un club de la segunda división, durante una temporada. “En Turquía hice la mayor parte de mi carrera. Vivir allá me sirvió mucho para crecer tanto futbolística como personalmente y guardo buenos recuerdos de haber estado casi nueve años en ese país”, asegura. Su segundo club fue el Kayserispor, de la Superliga turca, donde brilló entre 2007 y 2013. Ahí se convirtió en ídolo.
“Turquía me trató muy bien. Al principio fue un poco duro todo porque son diferentes culturas. A veces, cuando no conocés, puede ser un poco chocante, pero una vez que me acostumbré, lo que me llevó casi un año entero, me fue bien. Los turcos son como nosotros, salvo porque hablan otro idioma. Aparte que tienen un país muy lindo y yo la pasé bien”, resalta. Tras un breve regreso por Boca en 2013, decidió volver a aquel país del Medio Oriente, más precisamente al Elazigspor, que hoy disputa la tercera división, donde jugó hasta 2015, en el ocaso de su carrera
Franco tuvo una carrera que más de uno envidiaría: en sus más de 14 años de trayectoria, desde que debutó en el fútbol profesional, fue dirigido por Carlos Bianchi, principal impulsor de su arribo a la Primera de Boca. A lo largo de su camino por el deporte más popular del mundo fue dirigido por César Luis Menotti, Marcelo Bielsa, Gerardo “Tata” Martino, Edgardo “Patón” Bauza, Miguel Ángel Brindisi, Hugo Tocalli y el uruguayo Oscar “El Maestro” Tabárez.
Su apabullante carrera comenzó cuando era un preadolescente, en el Club Mac Allister de Santa Rosa. Por recomendación de Carlos Mac Allister desembarcó en las inferiores de Boca. Se dice que jugaba tan bien en Casa Amarilla que mucha gente iba exclusivamente a verlo a él. Ahí fue donde lo observó Bianchi y quedó impresionado por su talento. Su llegada a la Primera, a los 17 años, generó una gran expectativa entre los hinchas porque el jovencito nacido en un pequeño pueblo de Pehuajó ya pintaba para crack.
Los goles y las buenas actuaciones lo perfilaban como el sustituto de Guillermo Barros Schelotto por aquellos años, donde también peleaba puesto con Carlos Tevez, Antonio “El Chipi” Barijho y Raúl Estévez. Con el correr del tiempo muchos hinchas lo resistieron y calificaban de “morfón” porque no pasaba la pelota. Sin embargo, el técnico sabía que aquel chico era hábil y dueño de una zurda prodigiosa que lo llevaría a brillar en el xeneize.
Durante su paso por el club de la Ribera, Cángele demostró su desparpajo con una zurda con gambetas atrevidas, capaces de enterrar los cuestionamientos de los hinchas que le reclamaban efectividad en sus tiros en partidos decisivos. “No me puedo quejar por la carrera que tuve. Obviamente que los comienzos fueron difíciles sobre todo por el momento en el que me tocó ir al primer equipo de Boca, cuando ganaba todo. Por suerte, me tocó salir campeón varias veces, pero la verdad esos años de mi carrera fueron de los mejores”, añora
De su paso por Independiente todavía conserva algunos sinsabores, como el poco tiempo que estuvo que le impidió desplegar todos sus dotes futbolísticos por los que era ovacionado en La Boca. “Fueron solo cinco meses y no me fue bien. El balance fue más negativo que positivo. Pero sé que de todo se aprende, sobre todo de lo malo”, reflexiona y recuerda que de su paso por Colón, donde le fue mejor que en Avellaneda, guarda lindos recuerdos.
En 2003 fue convocado por Miguel Ángel Tojo para disputar con el seleccionado argentino Sub20 los Juegos Panamericanos, donde se consagró como goleador con cuatro tantos, que le valieron al equipo la medalla dorada. Un año después, en 2004, fue llamado por Marcelo Bielsa para jugar el Preolímpico Sudamericano Sub23, dos competencias que lo pusieron en aquel momento en la cresta de la ola.
Tras su paso por el fútbol turco, regresó a la Argentina para retirarse en Boca Unidos, a donde aspira a volver pronto. “Espero que esto del complejo me pueda permitir seguir ligado al fútbol, con escuelita para los más chicos y, de alguna manera, aportarles lo que yo aprendí. Es, en verdad, lo que me interesa”, sostiene. El proyecto tendrá escuelitas para que los chicos puedan ir a aprender. Gimnasio, un bar, una cancha indoor multideportes, y dos canchas de fútbol 5.
El fútbol, dice Franco, pudo permitirle invertir y despreocuparse del futuro. “No tengo ningún negocio fuera del fútbol. Hice algunas inversiones en el pasado y por el momento voy viviendo de eso”, afirma.
-¿Hay algo en tu carrera de lo que te arrepientas?
No soy una persona de mirar mucho para atrás. Aprendo de los errores, siempre voy pateando la pelota para adelante y me gusta la experiencia de lo que se hizo bien o mal. ¿Por qué no? Porque por ahí uno tiene la sensación de replantearse el haber hecho algo mejor, pero no hice tal cosa. Siempre con el diario del lunes todos somos cracks. Por eso intento no reprocharme nada. Mientras pude y me dio la cabeza lo hice y no me arrepiento de nada. No presto atención al pasado para ver si hice algo mal. Por ahí uno tiene la sensación de haber hecho algo mal, pero no.
Las lesiones que lo sacaron de carrera
Franco tuvo un retiro prematuro del fútbol. Fueron sus lesiones las que quizás le impidieron poder convertirse en un ídolo en Boca o en otro club del fútbol argentino, aunque también le jugó en contra haber compartido plantel con varios jugadores de renombre. “En mi carrera tuve tres roturas de ligamento de rodilla y eso te saca mucha vida útil. Eso fue lo que hizo que se me acortara mucho la carrera. Las lesiones son parte de este deporte, lo reconozco y yo hice lo que pude hasta que me dio el físico y la cabeza”, afirma.
Y aunque le cuesta retrotraerse al pasado, rescata que mejorar en la parte psicológica, tal vez, lo hubiese ayudado a superar las lesiones que lo retiraron tan joven de las canchas. “Hay muchas cosas que uno de chico a veces no sabe manejar; si hubiese sabido trabajar mejor lo psicológico desde pequeño hubiese sido mejor. Los pies, las habilidades y el fútbol que jugaba me daban para un poco más. El fútbol no es solo ser hábil, sino que hay que tener varias cositas más para poder llegar a lo más alto”, reflexiona.
Su caso no es muy común en el fútbol argentino: por ejemplo, debutó en la Copa Libertadores y su primer gol fue en esa competencia. Es ahí, en la Copa más importante para los futbolistas de Sudamérica, de donde Franco conserva sus primeros recuerdos de su comienzo como profesional. “Siempre voy a tener esos recuerdos. Yo escuchaba a Bianchi decir: ‘¡Qué lindo que es jugar la Copa Libertadores!’. Y eso era importante. Después, cuando me fui de Boca no pude jugar nunca más una Libertadores. Si extrañé algo alguna vez fue eso”, se lamenta. Por otra parte, reconoce que lo que hacen los futbolistas forma parte de su trabajo y donde está o a donde vaya la tiene que pasar bien. “A mí me toco irme a Turquía y no me arrepiento”, expresa.
En Pehuajó, donde vive junto a su esposa Manuela y sus hijos Camila, Valentina y Filippo, pasa las tardes entre lecturas y prácticas deportivas. “Leo bastantes libros, hago mucho deporte: juego al tenis, al pádel y a veces al squash, casi todos los días aparte del gimnasio, porque me obligo a mantenerme fuerte de piernas, sino no podría hacer nada. Siempre me dedico a hacer algún deporte”, sintetiza.
Fuente: Diario La Nación