La leyenda dice que nunca revoleó una pelota…
El tiempo,
maldito enemigo de los momentos mágicos, atraviesa los campos de juego y es una
daga que va ganando la batalla contra los futbolistas. Pero el tiempo, no puede
vencer a los que se transforman en mucho más que jugadores de fútbol, cuando
los botines ya no son más el elemento primordial de ese trote que busca la
pelota.
Un día se puso la
pilcha de entrenador, y como esas cosas que pasan, lo hizo con la naturalidad
con la que jugaba.
Pandemia,
lesiones, y el tiempo fueron llevando con otra intensidad el paso de jugador a
técnico. Como Simeone en Racing, que un fin de semana fue jugador y al
siguiente DT; Él también cambió casaca por buzo. La línea de cal separó las
emociones, y la decisión ya no es suya dentro del rectángulo de juego, sino de
sus dirigidos.
Paso por
Independiente de Avellaneda, pero su corazón es albinegro. Fue en Estudiantes
donde desarrolló la mayoría de su carrera. La que le permitió alcanzar el
campeonato del año 2007, donde lo tuvo en un gran nivel.
Ese torneo que le
era esquivo y que llegó después de dejar en el camino a Progreso de Juan José
Paso. Fue finalista al año siguiente, y tal vez (por esas cosas del fútbol), la
mejor versión de “ese” Estudiantes llegó en el 2009. Pero quedó en semifinales.
Estudiantes tenía la libertad de ya haberse sacado la mochila del título, la
frescura de algunos juveniles, y la sapiencia de valores que transitaban el
terreno de juego.
Estudiantes fue
el patio de su casa, parafraseando a un fenómeno; Pero la admiración por su
juego, no conoció de colores. Torneos regionales, lo recibieron; y Defensores
le abrió sus puertas. Y el central respondió con jerarquía y un gol de tiro
libre ante Deportivo, que gritó como el que más. Dos títulos azulgranas, y
pareja central con Juan Luis Carrica para abrazar otro título con KDT.
Maderense lo
recibió (post pandemia) cuando el talón ya era su rival más molesto de dominar.
Se dio el gusto de compartir cancha con su hijo Santino, en el 2021, cuando el
Albiverde recibió a Defensores y un día del 2022 dejó los botines para agarrar
la pizarra. También apareció Defensores para ser su último contrincante como
jugador, a ser Huracán de Carlos Tejedor, su primer rival como entrenador.
Todo, fue en el lapso de siete días. Ahora dirige, piensa y esboza una idea
para que sus equipos puedan plasmar su paladar de jugador exquisito. Mientras
la pregunta flota. ¿Habrá tiempo para un partido más?
Debutó de lateral
en 1995, con goleada de Estudiantes ante San Martín, en una tarde que Gustavo
Guinea (como tantas otras) estaba imparable. Fue central, mediocampista, y
hasta llegó a jugar de “9” contra Unión de Curarú. Varios técnicos lo marcaron
como referente y él lo fue sin levantar la voz, al menos que sintiera que
faltaban el respeto y pegó un portazo.
A un toque,
cruzando la cancha, o metiendo algún cabezazo en las dos áreas (para defender o
atacar) su andar de señor, con cabeza levantada, lo describían sus compañeros
de forma risueña, pero con la mejor descripción y elogio viable: “Juega con un
alfiler bajo la pera”. Casi que fue imposible ver que jugará mal.
Dice la leyenda
que envuelve canchas pehuajenses, que jamás “revoleo” una pelota. Dice una
verdad empírica y también absoluta, que nadie jugó como un lord ingles por
estas latitudes. Nadie que no fuera Javier Amoroso.
Nota: Javier Toffolo
Fotos: Silvana Holgado, Urban. Entretiempo y redes sociales.