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LPF: Ser uno mismo



Cuando se asiste a una final de campeonato, todos vamos cargados de una gran expectativas pero sabiendo que el espectáculo estará en la previa e irá creciendo a medida que se acerque la hora de verdad, para estallar al momento del ingreso de los protagonistas. También sabemos que habrá necesariamente festejo, aunque de un solo lado, pero que también es espectáculo. En medio de una y otra cosa quedarán los reglamentarios minutos de fútbol, cargados de tensión y esperanza.

En consecuencia, somos conscientes de que la riqueza técnica no surge en estos eventos como el nervio motor del partido, aún cuando dentro del campo haya jugadores de buenos atributos tácticos y estratégicos, porque generalmente estos suelen ser anulados por los adversarios, pero a veces son ellos mismos los que cambian de estilo para adaptarse a una final de dientes apretados. Y se equivocan. Lo vimos el pasado lunes en el tercer partido definitorio del campeonato de la Liga Pehuajense que Deportivo Argentino y K.D.T. protagonizaron en cancha de Defensores del Este.

Quedó claro que en la primera mitad del tiempo inicial, K.D.T. manejó mejor el trámite del cotejo, mostrando mejor distribución del balón y firmes intenciones de inquietar al arquero Díaz. Aún así, Deportivo había tenido una oportunidad al minuto de juego cuando Maggiorano se desprendió del medio, llegó sin marcas cercanas y desde las puertas del área ensayó un remate que resultó inofensivo, pero la posibilidad existió.

Librados de compromisos y decididos a sacar el balón de su propio área a como diera lugar, la técnica miraba desde alguna tribuna. Burgos buscó sorprender en un tiro libre que se cerró cerca del segundo palo de Díaz pero afuera y luego fue el zaguero azul, Caldiero, quien se anticipó a todos en el primer vértice del área chicha rival en un córner y le dio de cabeza. Una jugada “a lo Zubeldía”, como aquel Estudiantes de La Plata de fines de los 60: centro al primer palo, uno que la peina hacia atrás descolocando las marcas y varios que atropellan por el segundo palo para definir. Pero Caldiero eligió otra variante y cabeceó hacia el arco haciendo estrellar la pelota en el horizontal.

En contrapartida, Andrich tuvo dos ocasiones en sendos centros desde la izquierda que superaron la salida del arquero Díaz y permitieron al 9 albirrojo elevarse y cabecear, aunque en ambos casos el balón se perdió afuera.

Nada especial hasta allí. Intentos con jugadas de pelota paradas y juego aéreo. Pero ¿qué era lo distinto que mostraba el partido, respecto de todo lo visto en los anteriores enfrentamientos? Que Andrés Collado no jugaba de Andrés Collado. El hábil volante azul no cumplía la función que mejor sabe hacer y que lo distingue de la gran mayoría de los futbolistas de esta Liga, y en cambio estaba dedicado a correr, presionar y perseguir rivales. Como no es lo que mejor le queda, varias veces terminó cometiendo faltas, hasta que el árbitro Juan Pablo Pompei decidió amonestarlo por reiteración de infracciones. Fue allí, luego de haber malgastado más de 20 minutos de su talento, cuando Collado comprendió que debía hacer lo que mejor le sale: jugar y hacer jugar. Y el partido cambió. Porque sus rivales ya se habían olvidado de él. Fue entonces que una rápida e inteligente combinación con Peredo le permitió al 10 azul escapar por izquierda y enviar un centro rasante que cruzó por el área chica. Transcurrían 33 minutos. Gentilli no se atrevió a salir pero inclinó su cuerpo quedando fuera de acción y Sosa, entrando sin marcas por el segundo palo definió con toque corto antes de que pudiera cerrar el volante Barea, su único perseguidor cercano. Otra vez Sosa anotando en la final. Otra vez Collado jugando a Collado.

K.D.T. no reaccionó y Sosa contó con una nueva oportunidad tras desborde libre de González por derecha y centro al primer palo, pero el anticipo del 9 se fue por línea final.

Cuando expiraba el tiempo reglamentario, una escaramuza entre el puntero Hidalgo y el lateral Martínez concluyó con un codazo lanzado por el defensor contra la humanidad del rival y vio la roja directa. Deportivo quedaba con un hombre menos y un tiempo por delante. La duda era saber si el azul había aprendido la lección sufrida por su rival la semana anterior cuando con un hombre menos y ganando por un gol intentó aferrarse al resultado que le significaba el título pero en tiempo adicionado terminó perdiendo el partido y la ansiada chance de coronación.

El segundo tiempo careció de grandes emociones. Un tiro libre de Collado que Gentilli sacó por arriba; un cabezazo parabólico de Caldiero que pasó el balón por sobre el travesaño, el cual terminó cayendo pegado a la red, desatando confusión y más de un grito de gol; un centro pasado de Burgos desde la izquierda que Funes intentó conectar pero no logró definir correctamente y una contra de Méndez (reemplazante de Sosa) que escapó a su marca y desde cerca de la media luna definió de primera pero Gentilli, a mitad de camino, desvió el balón a puro reflejo. Todo eso en 36 minutos.

En lo que quedaba, cuando vi que Andrich salía del área a buscar y que Funes terminaba de puntero ensayando centros, siendo ambos los dos jugadores más altos del albirrojo, comprendí que el campeonato ya tenía dueño y era Deportivo Argentino, salvo un imponderable. Y pudo ser, porque al final, luego de que K.D.T. perdiera un hombre (Hidalgo se fue expulsado por doble amarilla), Blanco desbordó por izquierda y cruzó un centro aéreo que Barea cabeceó solo, entrando por el medio entre varios defensores azules y la pelota se fue cerca del palo izquierdo de Díaz.

Pompei pitó el final y la Liga tuvo su nuevo campeón: Deportivo Argentino, un equipo que aprendió de los demás y mostró el sacrificio de todos sus hombres, pero tuvo uno que fue clave: el que supo cambiar a tiempo. Quizá en algún rincón del vestuario quedó el libro de Alberto Lóizaga, titulado: “Ser uno mismo”. Quizá Collado lo recordó.

Roberto F. Rodríguez.