Se jubiló Fernando Camiolo, el que daba clase. Nando sigue educando…
Vicenzo Marchiano fue soldado en la primera guerra mundial,
conoció el horror de la muerte de cerca, el hambre y el abandono a los que
defendían a Italia en su adolescencia, luego de haber transitado la furia de la
naturaleza cuando un terremoto destruyó su pueblo en el norte de Italia, y
quedó huérfano junto a sus hermanos.
Pero a Vicenzo, nada lo detuvo, todos esos “condimentos”
solidificaron su esencia y nunca bajo los brazos. Y como tantos “Tanos” decidió
cruzar el Atlántico para “hacerse la América”. Su hija Chola narró cada una de
las vivencias, y uno de sus nietos escuchó con pasión cada una de las
historias, mientras jugaba sobre sus pies y el abuelo sentado en un viejo
sillón de mimbre, escapaba con lágrimas de un pasado duro, para construir un
presente venturoso.
El nieto que escuchó con amor, y volcó junto a su amigo
Roberto Rodríguez, un libro que profesa admiración por su abuelo.
Hoy, ese nieto construyó su camino, seguramente guiado por
esa coherencia de su abuelo, y transitó con bonhomía su vida de profesor.
Transitó, porque la jubilación pone punto a su carrera como educador; pero no
dejara de ser el profesor; “El Nando”.
Fernando Camiolo, imagino cierra los ojos. Y repasa sus
inicios en la Escuela Sarmiento, como alumno de primaria y de ahí la génesis
para finalmente ser profesor de educación física.
Alto, firme, pelo enrulado, pero una sonrisa franca, que
podía dejar por tierra cualquier reto que pudiera impartir, porque antes que
educador, era docente con los alumnos. El básquet una pasión; esa pasión para
transmitírsela a sus dirigidos, pero también para poner la cara si hacía falta
a último momento un árbitro, para que un partido no se suspenda.
De sonrisa amplia, un fuerte apretón de manos, o un beso
como saludo, Nando no olvida a los chicos que ayer le dijeron colega, y hoy lo
despiden de la docencia con un cariño sincero, que solo los buenos tipos
supieron ganarse.
“Si soy profesor de educación física, el 90% se lo debo a
él” me dijo un profesor reconocido. “El (Nando) nos hacía respetar al compañero,
al rival, nos llevaba a los campamentos, nos inculcaba valores”.
Esa narración de un alumno – colega de Camiolo, transita el
camino que Vicenzo comenzó a forjar en el viejo continente, y que cruzó con
sueños y utopías. Esa admiración por su abuelo, es la que sienten quienes
compartieron, al menos, una charla con Fernando Nando Camiolo.
Tal vez el resumen fue lo que me marco otro docente: “Un
profesor con todas las letras, pero como persona un mil”.