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Dos partidos iguales, otra música



Por Juan Pablo Varsky Paraguay y Uruguay comparten el molde. No parten de la posesión de la pelota, sino de la cobertura de espacios. Asumen la mitad de la cancha como lugar de recuperación y no de elaboración. Esperan el error del rival, no lo provocan. Tienen un formidable espíritu competitivo. Son guerreros. No ir de favoritos es su motivación para mostrar casta y carácter. Se rebelan ante la adversidad. Se destacan en el juego aéreo, en ataque y en defensa. Cuando van perdiendo, apelan al juego directo. Saltean líneas y buscan a su doble punta con lanzamientos frontales desde el fondo. Ponen mucha gente en campo rival, ganan los rebotes y así crean sus chances.

El seleccionado argentino ha jugado dos partidos similares con el mismo patrón: dominio con idea propia bien ejecutada durante 60 minutos, corta ventaja con relación a esa supremacía, poca contundencia, desgaste lógico, baja de intensidad, reacción del adversario y sufrimiento final. Paraguay le empató sobre la hora con Barrios. Romero le negó la igualdad a Uruguay con su extraordinaria atajada sobre Abel Hernández. Asterisco: el equipo no se partió ante la Celeste. Martino hizo cambios que pedía el contexto. Piernas frescas de Banega y Pereyra para fortalecer a ese mediocampo que había desaparecido ante Paraguay. Tevez por el lastimado Agüero para aguantar de espalda y correr de contra. Di María suplió sus malas decisiones en ataque con valioso compromiso defensivo. Corrió y marcó las proyecciones de Maxi Pereira delante de Rojo.

En el primer tiempo, una variante desacomodó a Uruguay. Messi y Pastore como dupla creativa, delante de Mascherano-Biglia y a la espalda de Arévalo Ríos-Tata González. Como la última línea no achicaba, jugaron con espacios en esa zona y crearon oportunidades para los delanteros Agüero y Di María. Con ese 4-2-2-2, número telefónico alla colombiana, hizo daño por el medio, ya que los costados estaban bien cubiertos por el orden táctico del rival. No plasmó esa supremacía de la media hora inicial y se desanimó. Messi no tocó el balón en los últimos 10 de esa etapa. La tendencia se profundizó en el arranque del segundo. Estábamos viendo al Barcelona de Martino contra el Atlético del imperial Godin (y del Cholo). Uno tocaba sin profundidad, el otro se movía en bloque de un lado al otro para cubrir ese toque lateral. Apareció Javier Pastore y, con sus trucos, le agregó peligro a esa posesión inocua. Zabaleta, Agüero and yes, golazo de Premier League 2015 para romper ese desarrollo de Liga española 2014. El Pastore de PSG es mejor futbolista que el del Huracán de Cappa. Conserva el glamour de su fascinante juego con la pelota. Ahora ofrece el retroceso para ocupar espacios sin perder la elegancia. Se destaca como receptor de los pases de Romero cuando es presionada la primera línea de Garay, Otamendi y Mascherano.

El 1 gana partidos con sus notables atajadas y saca cada vez mejor con el pie. Cualquier rival carga con todo si pierde por uno faltando diez. En la zona del cómo sea, mete mucha gente arriba. Paraguay y Uruguay saben cómo hacerte sufrir en ese momento. Está la historia como testigo. El problema fue no haber cerrado los partidos antes. Tres goles sobre 16 chances supone baja efectividad. Messi está en modo Sudáfrica 2010 en proporción de remates al arco/goles. Se van apenas desviados, los arqueros se consagran o aparece una pierna para bloquearlos. El equipo llegó al final de ambos duelos agotado por la ejecución de una idea que demanda mucho movimiento. Cansado por el juego, no logró descansar desde el resultado y sufrió al final contra dos rivales que compiten bien y nunca se rinden. Ni Colombia, ni Chile, ni Brasil sienten este molde. Tienen conceptos y jugadores diferentes. Cambia la música. Toca el reggae de Jamaica. Paraguay y Uruguay chocarán entre ellos. Para la Argentina, el futuro pinta guay (muy bueno).

Fuente. Cancha Llena